precipitado y vuelto a la cornisa

miércoles, noviembre 05, 2008

Una de cal y varias de arena


Después de varios intentos por leer esta novela, al final la terminé. La tercera es la vencida. E hice bien los deberes, porque la empecé desde el principio nuevamente.
Estoy hablando de El turno del escriba (premio Alfaguara de novela 2005) de las chicas Graciela Montes y Ema Wolf. Y me sorprendieron algunas cosas, y me quedé con ganas de otras.

Dentro de las virtudes del texto, tengo que reconocer el impresionante trabajo de las autoras del retrato de época logrado, y logrado con tanta precisión que se genera un ambiente impecable alrededor de la narración. Y esto no es menor, ya que las autoras no anduvieron jamás por aquellos pagos, sino que hicieron todo esto desde la investigación. Investigación que creo que les llevó 5 años. Otra cosa a destacar es, que en esta dupla de plumas, las manos diferentes no se alcanzan a ver, y eso no es para pasar por alto, porque si bien me imagino que mucho habrán peleado y también corregido, hay una uniformidad constante a través de toda la prosa. Pensemos que escribían un capítulo cada una― se peleaban después cuando se los cambiaban― y que a pesar de la mucha charla y puntos en común que debe haber habido previamente, no dejan de ser dos personas diferentes. Esto también se debe un poco a que el recurso más utilizado es la enumeración, desarrollado casi en la totalidad de la novela, y que pensándolo bien, dentro de las herramientas estilísticas de esta disciplina es el más neutro de todos. Eso por momentos, me cansó un poco imprimiendo tedio a la lectura. Y me hizo pensar si la prosa no está sostenida solamente a través de este capricho.
La novela empieza muy bien, Rustichello, un escriba preso en las cárceles de Génova, se encuentra con la gracia de tener un nuevo compañero de celda, que es no es otro que Marco Polo. La escena de la llegada del veneciano es muy pintoresca. Está narrada alrededor de un suceso que describe que la suerte al fin está del lado de este escriba que nunca ha despertado mayor interés en la realeza y que ha sido conminado a copiar escritos protocolares. Con Marco Polo no sólo llega la compañía para el escriba, sino también la oportunidad de oír todas esas historias que le permitirán escribir el libro que animará la curiosidad de cuanto rey se ponga por delante. Digamos como que es la oportunidad de a que a este muchacho lo agarre una editorial de alcance latinoamericano y además lo traduzcan a varios idiomas, así que imagínense de su alegría. El tema acá, es que el único que termina escuchando todas esas historias es el escriba, porque en el libro cuando se alcanza a vislumbrar alguna línea que promete algo de esto, Ema y Gaciela ahí se quedan y no se dignan a contárnoslas. Así llegué hasta la última página, esperando alguna de las andanzas de Marco, tan épicas y míticas. Pero me quedé, esperando no más.
Sí me encontré con muchos pasajes interesantísimos sobre el proceso interno que va viviendo Rustichello al armar su libro, que no es otra cosa que una novela. Por ejemplo, el capítulo titulado Una barca inestable, no tiene desperdicios, ya que describe con palabras y ejemplos precisos cómo el proceso de composición de una novela es una tarea incierta sostenida en una cuerda floja.
Los personajes me parecieron un tanto desdibujados. Será tal vez por esta concentración en el proceso de la escritura de los pliegos que las autoras corrieron la vista de sus muchachos. Pues mal hecho porque me quedé con gusto a fósforo otra vez.
De todos modos se puede llegar al final no con demasiado esfuerzo. Hay pasajes interesantes y la novela no es extensa. Pero queda esa sensación de que además de que me contaran cómo se escribe un libro y como pintaba Génova en esas épocas, quería saber por qué eran tan interesantes las historias de Marco Polo. Me armaron un revuelo impresionante cuando la novela ganó el premio, y yo salí a comprarla. Mucho ruido y un poco más que pocas nueces.

1 Comments:

Blogger Escribir, coleccionar, vivir said...

No la he leído. Pero lo que vos decís sobre que es casi imperceptible notar las diferencias de estilo de ambas escritoras, no me sorprende. Yo he leído muchos cuentos infantiles de ambas -los libros de textos de EGB 1, 2 y 3 están llenos de sus narraciones- y son casi iguales: herencia hiperbólica e imaginativa de María Elena Walsh. Lo mismo pasa con Silvia Schujer y Marcelo Birmajer cuando se dedican al género infantil.

Otra cosa, si las autoras leyeran tu reseña y vieran la palabra "chicas" te llenarían de besos... tienen la edad de mi vieja.

Un beso.

3:01 p. m.

 

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